No sabía que acertaba al comprar una de las dos unidades que mi "amigo electrónico" Mathias tenía en su almacén. Mástil de caoba, diapasón de palosanto y cuerpo de caoba con tapa de arce figurado. Descansó año y medio en el trastero hasta que decidí meterle mano. El buen timbre de la madera y la rigidez del encolado me animó a poner el listón alto en cuanto a materiales y componentes para esta SG que aún no tenía nombre. Grover en los clavijeros, componentes electrónicos de primera, "ojo de gato" de acero para el soporte del jack, y lo que fue un segundo acierto: pastillas seymour duncan zebra (SH2N-5 y SH5). Pese a las infinitas posibilidades de conmutación que ofrecen los cinco conductores opté por una configuración muy simple de un volumen, un tono y tres posiciones, aunque no me pude resistir a colocar un killswitch!.
El trabajo con la madera fue de lo más agradecido aunque a la hora de tintarla aparecieron zonas donde la cola de la tapa no permitía una buena absorción.
Otro de los retos de esta guitarra era el acabado, cuestión delicada donde las haya. Después de ser iluminado por otro amigo electrónico y tras estudiar concienzudamente el proceso me atreví a comprar, mezclar y filtrar mi propia gomalaca. Incontables manos de muñequilla empezaron a tomar cuerpo, profundizando el color y proporcionándole el clásico brillo del barniz francés. Lejos de la perfección de los maestros ebanistas pero con un aspecto uniforme y sin rayas, el barnizado quedó listo tras unas diez sesiones.
La chispa para el tema salió en una conversación con una amiga (gracias otra vez, Mer), así que esta es la guitarra que debe a más gente. Trisquel: simple, cargado de contenido, estético, armónico y, para algunos. casi mágico. Manos al cobre, ya queda poco.
Cuatro taquitos de madera encolados en los huecos permitirían atornillar las pastillas directamente al cuerpo, evitando que esas maravillas tocaran el plástico de los frames. Apantallado, soldaduras limpias y cables con cierres termoretractilados para que no haya un solo ruido molesto.
El que a la postre sería su propietario apareció poco antes de que estuviera terminada. Me dio la impresión de ser amor a primera vista, aunque su otra chica (Gibson Les Paul) me ponía el listón un peldaño más alto. La prueba fue bien, no soy quién para dar mi opinión, pero la SG mantuvo el tipo y se permitió el lujo de asustar con su cuerpo y sustain - se notó el medio kilo más de caoba que la "Gibson gruyère"-. Pero el veredicto final queda para Rafa, rockero, buenísima gente y famoso por dar como pocos la batalla a sus guitarras.